Siendo todavía un niño de seis o siete años empecé a tener la sensación de que yo no era como los demás…Los domingos  venían de visita las hermanas de mamá para cotillear y ponerse al día de todo lo que nos pasaba a unos y a otros. En una casa tan pequeña, las conversaciones siempre se producían delante de mi mediante susurros que se intercambiaban las hermanas como si yo no existiera. La casa estaba llena de secretos. No obstante escuchando con cuidado esas platicas empecé a ensamblar un poco la imagen de lo que ocurría y a darme cuenta de que a menudo esos secretos estaban relacionados con migo. Un día oí que una de mis tías preguntaba “¿sabes algo de su madre?” y entonces se me hizo la luz: cuando me llamaba en broma “pequeño bastardo”, el tío Adrián decía la verdad”.

Así de intima y descarnada comienza la autobiografía de Eric Clapton sin perder a lo largo de sus trescientas y pico de páginas ni un ápice de intensidad.

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Eric Clapton-Reconsider Baby

Su infancia razonablemente feliz a pesar de  un entorno austero y difícil. La música como refugio al doble rechazo de su verdadera madre. La primera guitarra y la frustración inicial de autodidacta. Sus inicios etílicos sin ahorrar detalles escatológicos de los que jamás te enterarás viendo los documentales pedorros del Biography Channel. Y para echar más kerosén al fuego un buen día aparece el rock. Y casi como en una catarata de emociones se suceden los Yardbirds, Cream, Blind Faith, muchísimo alcohol, heroína, su carrera solista y un romance fallido, tortuoso, clandestino  y enroscado con Pattie Boyd, la mujer de su amigo George Harrison,  que lo llevaría directo al infierno de las miserias.

Para cuando quiso recapitular ya se le habían esfumado los 70´ y gran parte de los 80´. Para cuando quiso sentar cabeza el destino lo sacudió nuevamente con la  trágica  muerte de su hijo Conor de tan solo cinco años. Aún así, un invencible Clapton sacó adelante una vida feliz, intensa y turbulenta llena de éxitos, dolor, dudas, temores y  fracasos. Un recorrido sinuoso y en primera persona que lo llevará de ser un bastardo de pueblo a mito viviente del blues y el rock n roll, sin olvidarnos que ya a finales de los sesenta alguien escribió en las paredes de Londres Clapton is God”. (Mateo Crespo)